viernes, 2 de junio de 2017

"Barro", de Alicia Pérez Gil



Esta segunda entrada sobre Alicia Pérez Gil, en el marco del proyecto AdoptaUnaAutora, no va a ser como tenía pensado en un principio. Después de presentar a la autora, la idea era empezar a hacer un recorrido de su obra a lo largo del tiempo, empezando por los orígenes, para así transmitir mejor su evolución literaria. Pero no, no va a poder ser; porque en el camino se ha cruzado Barro.

            Barro es la última novela de Alicia y, al mismo tiempo, la primera que publica con una editorial, la recién nacida Editorial Cerbero, que tengo el placer de compartir con ella. Es, así mismo, el volumen que abre la colección "Argos" de fantasía en dicha editorial... Pero venga, empecemos por el principio.

            Cuando decidí adoptar a Alicia, no sabía que iba a publicar con Cerbero, así que poco tiempo después me encontré con que éramos compañeras. A mediados de mayo la editorial montó en Madrid una serie de eventos en los que varios de los autores presentábamos nuestras obras y participábamos en charlas; allí fue donde conocí a Alicia en persona. Pasamos un par de días de aquí para allá, de encuentros con los lectores, de risas y de cañas. Y compré su libro, por supuesto. Lo empecé a leer en el tren de regreso, agotada, mientras me alejaba del bullicio y me acercaba a la autora. El resultado de todo ello es esta pequeña crónica; la de un viaje llamado Barro.   
   
            Según la sinopsis de Cerbero, el libro se concreta en lo siguiente:
           
“Alicia sabe qué llevará consigo y qué no cuando sus padres deciden cambiar de casa. Sin embargo, hay algunas cosas que quedan fuera de su alcance, como su hermana, su gemela problemática recluida en un centro especial, la única persona a la que quisiera tener a su lado en su nueva vida. Dispuesta a recuperarla, emprende un viaje más allá de las fronteras de lo real, al otro lado de la bruma de los sueños, donde cada uno de los objetos que ha guardado con ella demostrará su auténtico poder. Y los necesitará, porque en el propio viaje se verá despojada de todo lo que la convierte en Alicia, incluido su propio nombre.”

Alicia, la protagonista, se llama igual que la autora, pero no porque tenga nada que ver con ella (o sí), sino más bien por analogía con la otra Alicia, la de Lewis Carroll, la que se sumerge en un mundo de fantasía persiguiendo a un conejo blanco. Esta Alicia es una muchacha con una vida familiar complicada, una madre exigente y manipuladora y una realidad que podría ser la de cualquier chica ya salida de la adolescencia pero aún con cierto carácter inmaduro. El primer tercio de Barro se dedica a presentarnos este escenario, repleto de hastío, en el que la protagonista se mueve arropada por un grupo de amigos y con el único propósito de acercarse a su hermana gemela, Lucía, recluida en un centro a causa de sus problemas psicológicos. Aquí abundan los diálogos y las referencias a una problemática familiar que se intuye mucho más profunda de lo que se cuenta. Todo en Barro se intuye mucho más profundo, y ese es en parte el encanto de la novela. Tras la decisión de sus padres de mudarse de domicilio, Alicia toma la determinación de visitar a su hermana, a la cual tiene prohibido incluso mencionar, al centro en el que se encuentra internada. Se acerca al lugar acompañada de sus amigos, entre bromas y nervios, consciente de que ese es un momento crucial en su vida; y poco después, todo cambia.

Vaya por delante que no creo ser yo la lectora ideal de esta novela, porque nunca me he llevado demasiado bien con la fantasía y porque tiendo a hacer una interpretación racional de todo lo que veo. Y Barro no puede o no debe ser leída bajo esos parámetros, ese es el principal aprendizaje que me llevo de esta obra. Un buen amigo escribió hace poco en su blog que hay libros que no deben ser analizados en base al sentido estricto de las palabras y que hay que dejarse llevar por ellos para llegar a disfrutarlos por completo. Que hay que envolverse en sus sensaciones y poner en un segundo plano otro tipo de análisis más sesudos, trascendiendo incluso lo que el propio autor quiere contarnos para llegar al fondo de lo que la obra nos cuenta a nosotros como individuos. Eso tiene mucho que ver con la propia mochila que cargamos cada uno de nosotros y que se incorpora (o no, eso ya es decisión de cada lector) a la historia que nos están contando. Bien, pues Barro es una de esas obras, y lo que cuento a partir de ahora es lo que ha surgido de mi interacción con ella.

Todo sucede en el centro en el que Lucía había sido recluida. Allí, Alicia se sumerge, al igual que la Alicia de Carroll, en un mundo en el que todo se vuelve simbólico y fantástico. Y al igual que en Alicia en el país de las maravillas, no todo es allí claro y amable. Tras un primer intento de racionalizar su situación, la protagonista se encuentra desorientada por completo en un entorno del que desconoce las reglas y se da cuenta de que ni siquiera recuerda su nombre. Es esa, la búsqueda de su propia identidad, la que se convierte en el eje sobre el que gire toda la novela. 

Primero contacta con un grupo de personas que nunca responden a sus preguntas, pero que no paran de decirle “Nosotros somos los buenos”. Estas personas también han perdido sus recuerdos, no saben de dónde vienen ni por qué están allí, y tampoco recuerdan sus nombres. Parecen estar asediando un poblado al que vigilan constantemente porque allí hay gente (“los malos”) que tiene comida y no quieren compartirla con ellos. Así, entramos con la protagonista en un dilema sobre el relativismo, nos preguntamos con ella cuál es la verdad del asunto y comprendemos que su identidad en ese momento se basa en la pertenencia al grupo y en el enfrentamiento a la gente del poblado. Es un modelado de la identidad en base “al otro”, un mirarse en el espejo no de lo que somos, sino del cómo interactuamos con el mundo y cómo este nos devuelve nuestra imagen. Pero nuestra protagonista no se conforma y, tras deshacerse de lo único que conserva de su pasado (un par de prendas de ropa), decide abandonar el grupo y dirigirse hacia el poblado. Para mimetizarse con esas otras personas, debe embarrar su cuerpo por completo y observar con detalle cuáles son sus comportamientos. Vemos de nuevo la búsqueda desesperada de la aceptación como herramienta de supervivencia. 

La gente se comporta de manera muy extraña en el poblado, donde el verdadero protagonista es el silencio, pero poco a poco ella consigue entender sus esquemas. Descubre toda una jerarquía social basada en la estética del arte y logra prosperar en ella. Tras una escena enormemente simbólica en la que el barro seco que la cubre se resquebraja (de nuevo queda expuesta ante el mundo), es trasladada a Ciudad Jesh, un lugar donde se le da un nombre y se la instruye junto a otros estudiantes para formar parte de la élite. Allí se dedica a trabajar el barro, elemento clave en el proceso de construcción de su identidad a lo largo de toda la historia, hasta que se da cuenta de que también allí hay algo que falla; el continuo parloteo y la superficialidad de Ciudad Jesh producen su propia decadencia, que devora el lugar de manera lenta pero continua. Es entonces cuando la muchacha entra en una etapa de introspección, la verdadera búsqueda de sí misma, y conecta con su pasado. Emprende la tarea de salvar la ciudad y encuentra así una extraña redención que concluirá con la mayor de las recompensas; el encuentro consigo misma. 

Alicia Pérez Gil, presentando Barro en la Feria del Libro de Tres Cantos


No sé si todo esto que acabo de contar es acertado o es una auténtica locura. No tengo ni idea. La impresión que me ha quedado tras la lectura de Barro es muy clara; me he perdido algo. Y no un “algo” pequeño e insignificante, ni tampoco un “algo” imprescindible y determinante; me he perdido un “algo” extra, que flota entre las páginas y que no he sabido agarrar por empecinarme en leer de una cierta manera. Por buscar significados, por intentar encajar piezas, por analizar situaciones. Y Barro no funciona así. Barro te habla en otro nivel, uno mucho más intuitivo y simbólico que se escapa en cuanto intentas racionalizarlo. Por eso sé que tengo que leerla de nuevo, en algún momento, y dejarme llevar desde el principio. Porque es esta una novela que genera una caja de resonancia en la cabeza, como sucede con las buenas obras de arte.

Por cierto, y para terminar, decir que esta novela, en palabras de la misma autora, pertenece a una trilogía que verá la luz por completo en la propia editorial Cerbero. La segunda entrega será una novela de ciencia ficción, y la tercera, de terror. Y hasta ahí puedo leer.